“Todo sucede por algo”. Si alguna vez has atravesado un momento dificil, es probable que alguien te haya lanzado una perla como esa.

La intención es noble, nos quieren infundir un poco de ánimo a fuerza de hacernos tomar distancia de la situación y adquirir perspectiva: Puede que todo luzca dificil ahora, reza la sabiduría popular, pero en un futuro, no solo nuestra situación regresará a la normalidad, sino que, de alguna forma misteriosa, todo será mejor. Como si de alguna manera, algo o alguien nos hubiera de recompensar por las tragedias que nos toca sortear.

¿Pero es así? ¿Todo lo trágico que te sucede ahora, sucede porque algo mejor te aguarda? Bueno, en mi opinión, no.

Hace unos años, una buena amiga, falleció de cáncer cuando rondaba los 32 años. Un suceso que aun hoy, cada tanto, me vuelve a la mente y me acongoja. Pocos meses después, le sucedió lo mismo a otra conocida, falleció muy joven, y ya ni siquiera me atreví a preguntar las causas. Lo tomé como lo que es: una tragedia inevitable, porque así es la vida; tiene un movimiento inexorable, un movimiento que así como da vida, la arrebata.

Los budistas explican esto muy bien en su primer noble verdad: La vida está llena de dukkha (un término en Pali que alternativamente se traduce como sufrimiento o insatisfacción). El hecho de existir en este mundo, explica Buddha, causa sufrimiento, enfermedad y deterioro. Suena pesimista, pero por desgracia, es así: ¿hay alguien que no enferme? ¿que no envejezca? ¿que no muera? ¿que no padezca por múltiples circunstancias, incluida la perdida de lo material? Ciertamente no.

Así que, ¿por qué decimos que todo ocurre por algo? Tampoco iré contra lo obvio: evidentemente todo acontece por algo más, porque toda acción tiene una reacción. El problema es que no hay garantía de que esa “reacción” sea positiva, sino que, muy a nuestro pesar, puede que las consecuencias de lo ocurrido, sean peores, que la tragedia que lo originó.

“Después de la noche más oscura viene el amanecer” nos dicen, ¿pero cómo podemos saber cuan oscura se puede tornar la noche? Y en el peor de los casos, ¿quién nos asegura que veremos el amanecer? A menudo siento que haríamos mejor en escuchar la advertencia que el autor Luis Eduardo Aute nos hace en su celebre canción Al Alba:

“Presiento que tras la noche, vendrá la noche más larga”.

Hay un dejo de pesimismo en eso, lo sé, pero también hay sabiduría. Es sabio entender que la vida es impredecible e indiferente. Es sabio entender que nuestra mente pequeña no es capaz de calcular las implicaciones de cualquier suceso o decisión que tomemos: hay gente que se suicida tras ganar la lotería (un hecho comprobado en diversos estudios) y hay personas que pueden ganar una medalla de oro, después de quedar recluidos en una silla de rueda.

Es sabio entender que la vida puede infligir dolor con la misma intensidad con la que puede causarnos alegría. Y por último, es sabio entender que mientras tengamos tiempo de vida, hay algo que podemos obtener de las calamidades que nos toca enfrentar. No siempre podremos mejorar las circunstancias externas de nuestra vida a través de nuestras tragedias, pero a menudo, si que podemos perfeccionar algunos aspectos de nuestro carácter, de nuestra personalidad, de nuestro entendimiento de la vida, y construir algo nuevo a partir de eso.

Hace unos años, leí la historia de Elizabeth Ebaugh. A Elizabeth la secuestraron mientras llevaba a su automóvil las compras del super. Después, en una odisea de terror, abusaron sexualmente de ella durante 2 días, y cuando creía que todo estaba por terminar, su verdugo la llevó de regreso al lugar donde todo comenzó, pero a medio camino cambió de planes y la obligó a saltar, aun esposada, a un rio casi congelado. Elizabeth se salvó de milagro. Tiempo después, decidió abrir un centro de recuperación para personas traumatizadas, y su vida continuó.

Si después de ese episodio le hubieran dicho a Elizabeth “Hey, recuerda que todo sucede por algo”, insinuándole que de alguna manera su vida sería mejor después de un suceso tan abyecto, ella habría hecho muy bien en mandarlos al diablo.

La realidad es que nadie puede saber si la vida de Elizabeth es mejor o peor después del trauma, después de todo, ¿quién sabe con certeza que rumbo habría tomado su existencia si aquel día hubiera decidido no hacer las compras?

Si alguna vez hubiera tenido la oportunidad de conocer a Elizabeth, en lugar de decirle algo tan insensible como eso, procuraría decirle:

“Bien, Elizabeth, lo que te sucedió es inmensamente dificil, ni siquiera puedo decir que se lo que sientes, porque nunca he estado ni un poco cerca de enfrentar una situación igual de horrorosa. Así que llora, desesperarte y laméntate por tu suerte, si eso es lo que sientes. Pero no pierdas de vista el hecho de que eres una persona creativa, y por lo tanto, tienes la capacidad de crear orden a partir del caos.”

Esta es otra de las cosas que últimamente me he cuestionado: sucede que en medio de episodios difíciles, tendemos a sobrevalorar el papel de la fortaleza interior (algo que yo solía hacer) y nos decimos algo como: “soy fuerte, puedo con esto”, pero en realidad, la fortaleza no nos saca del abismo, lo hace la creatividad. La creatividad, en su aspecto más fundamental, consiste en crear algo nuevo a partir del caos. ¿Y qué es lo que sobreviene cuando la tragedia toca nuestra puerta? Así es, el caos. El orden que existía en nuestra vida, se desmorona en un instante.

Virtualmente casi cada tradición del conocimiento, nos dice que Dios creo orden (o vida) a partir del caos. Y no en ese mismo nivel, pero nosotros podemos hacer algo similar. De hecho, lo has hecho tantas veces, sin darte cuenta: perdemos el trabajo, la salud, las relaciones, nuestras posesiones, y como resultado, nuestra vida se sumerge en la oscuridad y el caos, y después de un tiempo, si encuentras la madurez para hacerte responsable de tu situación (superado el duelo correspondiente), empleas tu creatividad: tomas, como se dice popularmente, “lo restos del naufragio”, y le das un nuevo orden al caos en el que estabas.

No es tu fortaleza. No es el tiempo que todo lo sana. No es un designio divino. Es tu creatividad. Eres tú, haciéndote cargo de tu drama vital, a pesar de tus carencias, debilidades y miedos. Eres tú transformando el caos en un orden nuevo. ¿Un nuevo orden mejor o peor que el de antes? No lo sabemos, pero sin duda, uno distinto que trae consigo nuevas oportunidades y desafíos, cuyas posibilidades y ramificaciones no eres capaz de calcular.

Así que, si acaso sucede que en este momento estás navegando en medio del caos, si a caso te encuentras en el ojo del huracán, no me gustaría decirte que todo sucede por algo, tampoco me gustaría decirte que todo pasará pronto, o que eres lo suficientemente fuerte para salir de esta. En cambio, me gustaría recordarte que llevas dentro de ti una fuerza creativa -una especie de fuerza divina-, y que puedes, como tantas veces has hecho, traer un orden nuevo al caos reinante.

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Enviado por
José M. Reyes